jueves, 26 de noviembre de 2009

Cristina Garmendia: mentiras, malditas mentiras y estadísticas.

Pego abajo el comunicado de prensa que la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI/Precarios) está haciendo llegar a lo largo del día de hoy a todos los medios de comunicación.


Las últimas declaraciones ministeriales sobre el supuesto aumento de la inversión en I+D+i para el año 2010 son un insulto a todos los investigadores. FJI/Precarios exige al Gobierno el fin del doble discurso, es imprescindible un compromiso serio y decidido con la investigación en España.

La Ministra de Ciencia e Innovación, Dra. Cristina Garmendia, declaró en el Pleno del Congreso del miércoles 18 de noviembre que las estadísticas del INE demostraban que el PSOE había dedicado más dinero a la I+D+i en 4 años que el PP en 8. La ministra Garmendia ha debido olvidar la cita del primer ministro del Reino Unido, Benjamín Disraelí, que decia "Hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas". Es necesario recordar que no hay nada más perverso que falsear la realidad para engañar a los ciudadanos. La realidad es que el incremento del PIB en I+D+i durante el periodo 2004-2008 ha sido del 64%, menos de la mitad del que se realizó en el período 1996-2004, que fue del 132%. Tras más de 5 años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, es hora de que empiecen a argumentar con méritos propios y no con deméritos ajenos. Es insultante que la ministra Garmendia quiera olvidar que esas mismas cifras demuestran que la inversión española en I+D+i está en el 1’35% del PIB, muy lejos del 2% que el programa electoral del PSOE del 2004 marcaba como objetivo para el año 2010 y a la altura de grandes potencias europeas como Estonia.

Los anunciados recortes presupuestarios en Ciencia (inicialmente, un 37%) consiguieron unánimes protestas de la comunidad científica y la sociedad en general. La reacción del Gobierno a este tijeretazo, criticado incluso por el propio ministro de Educación, ha sido la de maquillar las cifras, manteniendo contra viento y marea que existe una subida minúscula, del 0’29%, cuando la realidad es que el Presupuesto correspondiente a Operaciones no Financieras (capítulos I a VII) disminuye un 14,6%. El análisis de las partidas presupuestarias de I+D+i revela una gran subida en partidas financieras para créditos y préstamos (62%), pero una bajada espectacular en los gastos corrientes o servicios (-61’8%) o en el cap. VI (-25%), de donde beben, entre otros, muchos programas de recursos humanos. A este respecto, cabe señalar que ya este año ha habido un brutal recorte en la oferta de empleo público en investigación y que, tanto el 2008 como el 2009, el Ministerio ha ofertado sólo la mitad de las ayudas postdoctorales de otros años.

Por ningún lado, además, se observan propuestas para optimizar el gasto público en I+D+i, mejorar la ejecución presupuestaria de las partidas, limitar la estúpida burocracia que impide que los grupos aprovechen plenamente los recursos obtenidos, programar las convocatorias y agilizar su resolución, para que los investigadores puedan rendir al máximo, etc. Por fin, la última medida del Gobierno, el Plan Innpulso, no es sino una Opera Buffa que incluye como ayudas a la investigación la construcción de carriles-bici o la ampliación de vertederos (¿será para ubicar a los investigadores Ramón y Cajal que acaban su contrato y se van a la calle?)

Es imprescindible que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se deje de fuegos artificiales. Es constatable que las economías que han invertido en I+D+i son las que han obtenido un crecimiento más sólido y sostenido y son las mejor preparadas para afrontar la famosa crisis. El Gobierno lo reconoce, finge que se interesa, pero realmente no hace nada al respecto. FJI/PRECARIOS exige que el Sr. Zapatero decida si le interesa el Ministerio de Ciencia e Innovación más que como un jarrón con flores marchitas y la Dra. Garmendia si quiere ejercer de florero al que han amputado toda la parte de Universidades, segmentado la gestión global de la Carrera Investigadora, apartado de la negociación de asuntos importantes y con su tema estrella, la Ley de la Ciencia, paralizado desde hace meses. NO ES POSIBLE UNA ECONOMÍA SOSTENIBLE SIN INVERTIR EN CIENCIA

viernes, 13 de noviembre de 2009

CLEOPATRA Y LA HIGIENE

La historia ha tratado muy bien los encantos de Cleopatra. Se suele decir de ella que fue una de las mujeres más hermosas del antiguo Egipto y no en vano, Elisabeth Taylor puso a la disposición del personaje uno de los rostros más agradables del séptimo arte. Pero hoy, gracias a algunos grabados encontrados y a ciertos dibujos de la época, sabemos que su poder de seducción debía radicar más en su fuerte personalidad que en su aspecto físico.
En cualquier caso, independientemente de dónde residiera su sex-appeal, lo que es un hecho es que fue capaz de seducir a dos de los hombres más poderosos del imperio romano: Julio César y Marco Antonio. Los romances con ambos fueron trágicos hasta el punto de que el segundo de ellos se suicidó tras recibir un informe falso sobre la muerte de Cleopatra. Pocos días después, ella haría lo mismo para evitar caer en las manos de Octavio, el enemigo político de su marido.
La que fuera última reina del Antiguo Egipto profesaba con devoción el culto al cuerpo y lo hacía con tal rigor que se dice que pudo llegar a escribir un tratado de higiene y belleza, que no ha llegado a nuestros días. De ella sabemos que se bañaba en leche de burra aderezada con miel, que usaba carmín para sus labios y pinturas de color verde para sus párpados, que usaba pestañas postizas, que trataba el contorno de sus ojos con crema de albaricoque para disimular sus arrugas y que utilizaba el jabón como elemento básico de higiene.
Y es precisamente en Roma, esa ciudad que amó y odió a partes iguales a la reina egipcia, donde la leyenda cuenta que nació el jabón. Según ésta, en el monte Sapo se realizaban de manera habitual sacrificios de animales para honrar a los dioses. Los restos de estos sacrificios eran arrastrados por la lluvia de manera que iban a parar al río Tíber, a cuyas orillas las esclavas de la ciudad de Roma lavaban la ropa. Estas mujeres observaron que la mezcla de las grasas animales con las cenizas de la madera quemada en el sacrificio daba lugar a una sustancia que, en forma de espuma, flotaba en el río y que, además, hacía que el lavado fuera más efectivo.
El imperio romano fue creciendo y con él el interés por la higiene, perfeccionándose, a medida que transcurría el tiempo, la elaboración del jabón. No obstante, tras la caída del imperio romano, en el Siglo V, la primitiva industria del jabón se estancó, de manera que hubo que esperar a que llegara el siglo XVII para que, junto con el barroco, volviera el gusto por la higiene. No obstante, no fue hasta finales del siglo XVIII cuando se produjo un cambio realmente importante que haría que la industria del jabón ocupara un lugar que ya nunca dejaría. Y es que en 1791 un químico francés llamado Nicolás Leblanc desarrolló un método de preparación de carbonato de sodio, la sustancia presente en las cenizas y que se combina con la grasa para dar lugar al jabón, a partir de cloruro de sodio o sal común.
En la actualidad, para la fabricación de jabón no se utiliza carbonato de sodio sino que se utilizan otros álcalis, que son sustancias con un pH muy elevado –por encima de diez- como el hidróxido de sodio, o sosa cáustica, o el hidróxido de potasio. Lo que se hace es desarrollar una reacción química denominada saponificación entre estos álcalis y un ácido graso. En estas reacciones de saponificación, al hervir la grasa y añadir el álcali correspondiente se obtiene el jabón más una sustancia química llamada glicerina.
Pero, ¿por qué el jabón limpia la ropa? Para responder a esta pregunta hay que fijarse en la estructura de cualquier jabón, que tiene una parte hidrofóbica –que no se disuelve en agua- y una parte hidrofílica –que sí que se disuelve en agua-. Lo que va a pasar es que cuando el jabón se encuentre con una mancha, que normalmente tiene carácter orgánico y que por lo tanto no se disuelve en agua, tenderá a rodearla de manera que su parte hidrofóbica entre en contacto con la mancha y su parte hidrofílica se quede expuesta al agua, formando unas pequeñísimas gotas denominadas micelas que van a estar cargadas eléctricamente y que van a formar emulsiones que se podrán separar del resto de la disolución acuosa, eliminando así la suciedad.
Hoy en día no existe marca de cosmética y perfumería que no fabrique su propio jabón, de manera que existen jabones de todos los gustos y de todas las calidades. La industria del jabón mueve miles de millones de euros al año en todo el mundo y la higiene básica se ha convertido en una cuestión de primera necesidad.