miércoles, 22 de abril de 2009

DATACIÓN CON CARBONO-14

En torno al siglo III a.C., en la Grecia Clásica, se elaboró una lista que ha llegado a nuestros días. En ella se enumeran una serie de construcciones humanas que estaban en pie en ese momento –no hay elementos o paisajes naturales ni ruinas- y que en su conjunto son conocidas como las Siete Maravillas del Mundo Clásico. Estas construcciones eran: la Gran Pirámide de Giza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Sepulcro de Mausolo, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría. De algunas de ellas se tiene constancia gracias a ciertos escritos o evidencias más o menos fiables como es el caso del Coloso de Rodas, que aparece representado en monedas de la época, pero sólo hay una de estas maravillas que ha llegado a nuestros días en un estado de conservación suficientemente bueno como para hacernos una idea fiable de cómo debió de ser hace más de 2.000 años. Se trata de la Gran Pirámide de Giza.
Ésta fue construida por el faraón Keops, finalizando la obra, aproximadamente, en el año 2.570 a.C., convirtiéndose así en la primera de las tres grandes pirámides que se pueden encontrar en la Necrópolis a orillas del Nilo. Durante 4.000 años, gracias a sus 146 metros de altura, la Gran Pirámide fue el edificio más alto del mundo, dando muestra de la alta capacidad de organización y el gran conocimiento arquitectónico, técnico y artesanal que llegó a tenerse en la época faraónica.
Aunque para llegar a este grado de complejidad en la edificación, otras pirámides fueron construidas antes sin alcanzar la majestuosidad de la Gran Pirámide, pero que deben ser tenidas en cuenta. Una mención especial merece la pirámide escalonada de Zoser, localizada en la necrópolis de Saqqara y que es considerada el prototipo de las pirámides de Giza y de las demás pirámides egipcias. Esta obra fue el primer monumento funerario de carácter real, construido en honor al faraón Zoser, y es considerada la gran estructura en piedra más antigua del mundo. Además, destaca por haberse encontrado en ella el sarcófago del faraón que, en 1948, se convirtió en la primera muestra analizada en la historia utilizando el método del carbono-14.
El carbono-14 es uno de los isótopos, es decir, una de las formas, en las que podemos encontrar el átomo de carbono. De manera mayoritaria, en la naturaleza encontramos el isótopo carbono-12, pero en una proporción pequeñísima –en torno al 0,001%- encontramos trazas de carbono-14, que se diferencia del anterior en que tiene dos neutrones más en su núcleo y que además es radiactivo. El hecho de que sea radiactivo le confiere una serie de particularidades como la de emitir radiaciones ionizantes o poseer un período de semidesintegración que es único para cada átomo. Este período de semidesintegración también es conocido como semivida y se define como el tiempo necesario para que se desintegren la mitad de los núcleos que había inicialmente en una muestra radiactiva. Para el carbono-14, su período de semidesintegración es de 5.730 años, lo que quiere decir que si midiéramos la cantidad de este átomo que hay en una muestra y volviéramos a repetir la medida 5.730 años después, encontraríamos exactamente la mitad del mismo.
El carbono-14 se genera en la atmósfera, donde se encuentra en una proporción constante con el carbono-12 que mayoritariamente forma el dióxido de carbono, y mediante el proceso de fotosíntesis es incorporado por las plantas, entrando así en la cadena alimenticia, lo que hace que esta proporción entre los dos isótopos sea constante en todos los seres vivos. Ahora bien, tras la muerte de cualquier organismo, éste deja de incorporar carbono-14, que empezará a desaparecer a un ritmo que, como hemos dicho, vendrá marcado por su período de semidesintegración. Así pues, si medimos la cantidad de radiactividad presente en una muestra de origen orgánico, seremos capaces de calcular la cantidad de carbono-14 que queda en ésta y así, podremos datarla.
Desde que la técnica de datación por radiocarbono fuera puesta a punto en 1.949 por un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago, se ha convertido en la herramienta más efectiva para datar muestras que contienen carbono de hasta 60.000 años. No obstante, tampoco ha estado en estos sesenta años al margen de la polémica. Su episodio más controvertido se dio al tratar de datar la conocida como Sábana Santa, aunque en este caso los intereses en uno u otro sentido parece, como en otras muchas ocasiones, que jugaron un papel que nada tiene que ver con la ciencia.